History of Spain
Rubén Darío: vida y mejores poemas
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Rubén Darío nació en la ciudad nicaragüense de Metapa, en 1867. Sus padres se separaron muy pronto por lo que vivió con su madre a la casa de una tía. Llevó una vida bohemia y aventurera en la que ejerció varios trabajos, aunque casi todos ellos relacionados con la literatura. Empezó trabajando como periodista en varios diarios de Nicaragua y el Salvador y fue corresponsal de la Nación, de Buenos Aires, que en aquella época era el diario de mayor difusión en América Latina. Posteriormente ejerció varios puestos diplomáticos y fue embajador de Nicaragua en España. Durante su estancia en España se relacionó con los autores de la Generación del 98, sobre todo con Valle-Inclán. Está considerado como el máximo representante del modernismo literario en lengua española y es el poeta que ha tenido una mayor y más duradera influencia en la poesía hispana del siglo XX; por ello es llamado el “Príncipe de las letras castellanas”.
A continuación escucharás tres de los mejores poemas de Rubén Darío:
- Canción de otoño en primavera
- Sonatina, y
- Abrojos.
En el poema Canción de otoño en primavera, Rubén Darío habla del tiempo maravilloso que se vive en la juventud y de la melancolía que se sufre cuando se está a punto de perderla.
Canción de otoño en primavera
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro
y a veces lloro sin querer
Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña,
en este mundo de duelo y de aflicción.
Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.
En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!
Utilizando el simbolismo de los cuentos de hadas, en el poema Sonatina, Rubén Darío transmite el espíritu soñador, frente al mundo real, de una princesa que sueña con el príncipe que va a satisfacer todos sus deseos de amor y felicidad.
Sonatina
La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro;
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.
El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.
¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de Mayo,
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.
¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.
"Calla, calla, princesa" -dice el hada madrina-,
"en caballo con alas hacia aquí se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con su beso de amor..."
En el poema Abrojos, Rubén Darío señala la paradoja del poeta, que entrega toda su vida al arte de la poesía y, sin embargo, recibe muy poco y, apenas tiene para vivir.
Abrojos
Puso el poeta en sus versos
todas las perlas del mar,
todo el oro de las minas,
todo el marfil oriental;
los diamantes de Golconda,
los tesoros de Bagdad,
los joyeles y preseas
de los cofres de un Nabad.
Pero como no tenía
por hacer versos ni un pan,
al acabar de escribirlos
murió de necesidad.
Documentado por: Olegario Llamazares
Lectura de poemas: Fátima Miranda
A continuación escucharás tres de los mejores poemas de Rubén Darío:
- Canción de otoño en primavera
- Sonatina, y
- Abrojos.
En el poema Canción de otoño en primavera, Rubén Darío habla del tiempo maravilloso que se vive en la juventud y de la melancolía que se sufre cuando se está a punto de perderla.
Canción de otoño en primavera
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro
y a veces lloro sin querer
Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña,
en este mundo de duelo y de aflicción.
Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.
En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!
Utilizando el simbolismo de los cuentos de hadas, en el poema Sonatina, Rubén Darío transmite el espíritu soñador, frente al mundo real, de una princesa que sueña con el príncipe que va a satisfacer todos sus deseos de amor y felicidad.
Sonatina
La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro;
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.
El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.
¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de Mayo,
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.
¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.
"Calla, calla, princesa" -dice el hada madrina-,
"en caballo con alas hacia aquí se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con su beso de amor..."
En el poema Abrojos, Rubén Darío señala la paradoja del poeta, que entrega toda su vida al arte de la poesía y, sin embargo, recibe muy poco y, apenas tiene para vivir.
Abrojos
Puso el poeta en sus versos
todas las perlas del mar,
todo el oro de las minas,
todo el marfil oriental;
los diamantes de Golconda,
los tesoros de Bagdad,
los joyeles y preseas
de los cofres de un Nabad.
Pero como no tenía
por hacer versos ni un pan,
al acabar de escribirlos
murió de necesidad.
Documentado por: Olegario Llamazares
Lectura de poemas: Fátima Miranda