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Pablo Neruda: vida y mejores poemas
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Pablo Neruda, cuyo verdadero nombre era Neftalí Reyes, nació en 1904, en Chile, en el seno de una familia modesta: su padre era obrero ferroviario. Después de realizar estudios de profesor de francés y trabajar de periodista ingresó en el cuerpo diplomático ejerciendo múltiples destinos en países como Singapur, China, Argentina, España y, finalmente embajador en Paris. Miembro del Partido Comunista Chileno llevó una vida política muy activa, siendo senador y candidato a la presidencia de Chile. Si bien se inicia como poeta modernista, posteriormente, su obra refleja sus preocupaciones políticas y sociales. Es el poeta latinoamericano más influyente en todo el mundo de habla hispana. En 1971 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura.

A continuación escucharás tres de los mejores poemas de Pablo Neruda:

- El Cóndor.
- Poema 20, y
- La pequeña América.

En el poema El cóndor, un ave muy característica de los Andes chilenos, evoca el momento del abrazo entre un hombre y una mujer y la fuerza del amor para sobreponerse a las dificultades de la vida.

El cóndor

Yo soy el cóndor, vuelo
sobre ti que caminas
y de pronto en un ruedo
de viento, pluma, garras,
te asalto y te levanto
en un ciclón silbante
de huracanado frío.
Y a mi torre de nieve,
a mi guarida negra
te llevo y sola vives,
y te llenas de plumas
y vuelas sobre el mundo,
inmóvil, en la altura.
El Poema 20 es uno de los más conocidos del libro Veinte poemas de amor y una canción desesperada, la obra más famosa de Pablo Neruda. Es una reflexión en torno al amor y su pérdida. Un hombre que se alimenta de sus recuerdos y de la necesidad de la presencia física de la amada.
Poema 20
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
En el poema Pequeña América, Pablo Neruda hace una comparación entre la forma de América Latina y el cuerpo de la amada. De esta forma, expresa la abundancia, la belleza y vitalidad de su objeto de deseo y de la tierra amada.

Pequeña América

Cuando miro la forma
de América en el mapa,
amor, a ti te veo:
las alturas del cobre en tu cabeza,
tus pechos, trigo y nieve,
tu cintura delgada,
veloces ríos que palpitan, dulces
colinas y praderas
y en el frío del sur tus pies terminan
su geografía de oro duplicado.

Amor, cuando te toco
no sólo han recorrido
mis manos tu delicia,
sino ramas y tierra, frutas y agua,
la primavera que amo,
la luna del desierto, el pecho
de la paloma salvaje,
la suavidad de las piedras gastadas
por las aguas del mar o de los ríos
y la espesura roja
del matorral en donde
la sed y el hambre acechan.
Y así mi patria extensa me recibe,
pequeña América, en tu cuerpo.
Y así a lo largo de tu cuerpo,
pequeña América adorada,
las tierras y los pueblos
interrumpen mis besos
y tu belleza entonces
no sólo enciende el fuego
que arde sin consumirse entre nosotros,
sino que con tu amor me está llamando
y a través de tu vida
me está dando la vida que me falta
y al sabor de tu amor se agrega el barro,
el beso de la tierra que me aguarda.

Documentado por: Olegario Llamazares
Lectura de poemas: Fátima Miranda

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