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History of Spain
Miguel Hernández: vida y mejores poemas
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Miguel Hernández nace en el pueblo alicantino de Orihuela en el seno de una familia humilde. Muy pronto tiene que abandonar la escuela para ayudar a su familia en el oficio de pastor. De formación autodidacta, desde muy joven empieza a publicar poemas en periódicos locales. A los veinte años se traslada a Madrid y trabaja como redactor en el diccionario taurino de Cossío. Conoce a los poetas Federico García Lorca y Rafael Alberti y se integra en la llamada Generación del 27. Durante la Guerra Civil Española toma un papel muy activo en defensa de la República, y es nombrado comisario cultural en el frente. Su poesía pasa por distintas etapas, desde el modernismo influido por Rubén Darío, a la poesía mística de San Juan de la Cruz y ya en los últimos años una poesía social y políticamente comprometida, en defensa de la libertad y la solidaridad.

A continuación escucharás tres de los mejores poemas de Miguel Hernández:

-Aceituneros
-Besarse, mujer
-Canción última

En el poema Aceituneros ensalza a los aceituneros pues gracias a ellos, a su empeño y trabajo, y a la tierra de Andalucía, crecen los olivos.

Aceituneros

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?

No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién
amamantó los olivos?

Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.

¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!

Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.

En Besarse, mujer, uno de sus poemas de amor más conocidos, utiliza el beso entre un hombre y una mujer como una metáfora de la vida y de la muerte.

Besarse, mujer

Besarse, mujer,
al sol, es besarnos
en toda la vida.

Asciende los labios,
eléctricamente
vibrantes de rayos,
con todo el furor
de un sol entre cuatro.


Besarse a la luna,
mujer, es besarnos
en toda la muerte.

Descienden los labios,
con toda la luna
pidiendo su ocaso,
del labio de arriba,
del labio de abajo,
gastada y helada
y en cuatro pedazos.

En el romance Canción última, Miguel Hernández, se lamenta de la situación en la que se encuentra su casa y su familia después de la guerra, si bien termina con un grito de amor y esperanza.

Canción última
Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.
Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa
con su ruinosa cama.
Florecerán los besos
sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.
El odio se amortigua
detrás de la ventana.
Será la garra suave.
Dejadme la esperanza.

Documentado por: Olegario Llamazares
Lectura de poemas: Marta Marqueta

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