History of Spain
El maestro Rodrigo y el concierto de Aranjuez
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El maestro Joaquín Rodrigo es uno de los compositores españoles de música clásica más reconocidos a nivel internacional. Gran parte de esta fama se debe a su gran obra: ‘el concierto de Aranjuez’.
Joaquín Rodrigo nace en la localidad valenciana de Sagunto el 22 de noviembre de 1901, precisamente el día de Santa Cecilia, patrona de los músicos, de la poesía y de los ciegos. A los tres años se queda ciego a causa de una infección de difteria. Esta circunstancia hace que su sentido del oído se agudice y se abra a la búsqueda de la belleza en los sonidos.
Empieza a componer desde muy joven. Lo hace en braille, con la ayuda de un escribiente que le pasa la música a una partitura. Tras pasar por el conservatorio de Valencia, se va a estudiar a París en 1927. (Rodrigo escribiendo a maquina)
En la École Normale de Musique estudia cinco años con Paul Dukas y entabla relación con grandes compositores como Maurice Ravel, Darius Milhaud, Ígor Stravinski y Manuel de Falla. Conoce también a la pianista Victoria Kamhi, que más tarde se convertiría en su mujer.
Tras la muerte de su maestro Dukas, para quien escribió la ‘Sonada de Adiós’ en 1935, prolonga sus estudios en el Conservatorio de Paris. A partir de entonces transcurren los años más difíciles del matrimonio Rodrigo, malviviendo entre Suiza, Francia y Alemania, para retornar a Paris. En 1939, al acabar la Guerra Civil Española, la pareja viaja a España, instalándose definitivamente en Madrid. Se dice que entre los escasos bienes que portaba la pareja en sus maletas, se encontraba la partitura en braille del Concierto de Aranjuez.
Ese último año no había sido nada fácil para ellos. El estallido de la guerra civil española les dejó sin la beca gracias a la cual subsistían. La fatalidad quiso que a esta penuria económica se sumara el aborto espontáneo que sufrió Victoria. Los médicos tuvieron que forzar el parto y el niño nació sin vida. Joaquín, incluso, llegó a temer por la muerte de su mujer.
Todos estos sucesos forman parte de la inspiración de el adagio del concierto de Aranjuez.
El estreno mundial de la obra tuvo lugar el 9 de noviembre de 1940 en el Palacio de la Música Catalana de Barcelona. Se trata de la primera obra escrita por Rodrigo para guitarra y orquesta.
A pesar de los trágicos y recientes acontecimientos vividos durante la guerra civil, que pudieron influir en las melodías melancólicas de la obra, predomina la imagen de una España idealizada con una recreación sonora de la historia del palacio y los jardines de Aranjuez, residencia real desde el siglo XVI, plagado de ensueños de castañuelas y bailes folklóricos.
¿Y por qué Aranjuez y no París, que es donde en realidad se compuso el concierto? El Palacio y los jardines de Aranjuez eran muy queridos por el maestro Rodrigo. En este idílico lugar, lleno de pájaros y fuentes, pasearon en incontables ocasiones Joaquín y Victoria en su luna de miel. De la evocación de aquellos felices momentos nacen los compases más vibrantes y sugerentes de la obra. El propio autor describe el concierto como la captura de la fragancia de las magnolias, el canto de los pájaros y el chorro de las fuentes de los jardines de Aranjuez.
El concierto está dividido en tres movimientos: Allegro con espíritu, Adagio y Allegro gentile.
En palabras del maestro, el primer movimiento, que curiosamente fue el tercero en componer, está animado por un espíritu rítmico, en el que ninguno de los dos temas consigue interrumpir su implacable ímpetu.
El último movimiento, Allegro gentile, recuerda un baile formal en el que la combinación de un ritmo binario y ternario mantiene un tempo tenso.
Este último y el adagio fueron fruto de una mañana en París cuando le vino toda la melodía como un impulso sobrenatural. Rodrigo (Rodrigo sentado) cuenta como oyó cantar el adagio en su interior y poco después le vino el allegro, entonces supo que su obra estaba hecha.
El adagio, el movimiento más conocido, compara la voz íntima y frágil de la guitarra con la fuerza de la orquesta. Comienza con el corno ingles acompañado por el pulso arpegiado de la guitarra. A continuación, esa misma guitarra repetirá la exposición del tema introducido por el corno inglés, esta vez de manera ornamentada con las inflexiones más puras del cante jondo. Así, en sucesivas apariciones de guitarra, corno inglés, fagot, flautas, y cuerdas, la melancolica melodía se irá deslizando hacia un desequilibrio armónico que precederá a la cadenza, en la que el solista interpretará la parte más brillante y virtuosa. Tras esta cadenza; cuerdas, flautas y fagot retoman el tema de manera solemne que el guitarrista Pepe Romero compara con una voz divina.
Aparecen de nuevo los vientos y la guitarra anunciando un final menos trágico, que con el último y lento arpegio ascendente de la guitarra y la cuerda en notas largas, nos dirá adiós con un largo y fresco tono mayor.
Joaquín Rodrigo nace en la localidad valenciana de Sagunto el 22 de noviembre de 1901, precisamente el día de Santa Cecilia, patrona de los músicos, de la poesía y de los ciegos. A los tres años se queda ciego a causa de una infección de difteria. Esta circunstancia hace que su sentido del oído se agudice y se abra a la búsqueda de la belleza en los sonidos.
Empieza a componer desde muy joven. Lo hace en braille, con la ayuda de un escribiente que le pasa la música a una partitura. Tras pasar por el conservatorio de Valencia, se va a estudiar a París en 1927. (Rodrigo escribiendo a maquina)
En la École Normale de Musique estudia cinco años con Paul Dukas y entabla relación con grandes compositores como Maurice Ravel, Darius Milhaud, Ígor Stravinski y Manuel de Falla. Conoce también a la pianista Victoria Kamhi, que más tarde se convertiría en su mujer.
Tras la muerte de su maestro Dukas, para quien escribió la ‘Sonada de Adiós’ en 1935, prolonga sus estudios en el Conservatorio de Paris. A partir de entonces transcurren los años más difíciles del matrimonio Rodrigo, malviviendo entre Suiza, Francia y Alemania, para retornar a Paris. En 1939, al acabar la Guerra Civil Española, la pareja viaja a España, instalándose definitivamente en Madrid. Se dice que entre los escasos bienes que portaba la pareja en sus maletas, se encontraba la partitura en braille del Concierto de Aranjuez.
Ese último año no había sido nada fácil para ellos. El estallido de la guerra civil española les dejó sin la beca gracias a la cual subsistían. La fatalidad quiso que a esta penuria económica se sumara el aborto espontáneo que sufrió Victoria. Los médicos tuvieron que forzar el parto y el niño nació sin vida. Joaquín, incluso, llegó a temer por la muerte de su mujer.
Todos estos sucesos forman parte de la inspiración de el adagio del concierto de Aranjuez.
El estreno mundial de la obra tuvo lugar el 9 de noviembre de 1940 en el Palacio de la Música Catalana de Barcelona. Se trata de la primera obra escrita por Rodrigo para guitarra y orquesta.
A pesar de los trágicos y recientes acontecimientos vividos durante la guerra civil, que pudieron influir en las melodías melancólicas de la obra, predomina la imagen de una España idealizada con una recreación sonora de la historia del palacio y los jardines de Aranjuez, residencia real desde el siglo XVI, plagado de ensueños de castañuelas y bailes folklóricos.
¿Y por qué Aranjuez y no París, que es donde en realidad se compuso el concierto? El Palacio y los jardines de Aranjuez eran muy queridos por el maestro Rodrigo. En este idílico lugar, lleno de pájaros y fuentes, pasearon en incontables ocasiones Joaquín y Victoria en su luna de miel. De la evocación de aquellos felices momentos nacen los compases más vibrantes y sugerentes de la obra. El propio autor describe el concierto como la captura de la fragancia de las magnolias, el canto de los pájaros y el chorro de las fuentes de los jardines de Aranjuez.
El concierto está dividido en tres movimientos: Allegro con espíritu, Adagio y Allegro gentile.
En palabras del maestro, el primer movimiento, que curiosamente fue el tercero en componer, está animado por un espíritu rítmico, en el que ninguno de los dos temas consigue interrumpir su implacable ímpetu.
El último movimiento, Allegro gentile, recuerda un baile formal en el que la combinación de un ritmo binario y ternario mantiene un tempo tenso.
Este último y el adagio fueron fruto de una mañana en París cuando le vino toda la melodía como un impulso sobrenatural. Rodrigo (Rodrigo sentado) cuenta como oyó cantar el adagio en su interior y poco después le vino el allegro, entonces supo que su obra estaba hecha.
El adagio, el movimiento más conocido, compara la voz íntima y frágil de la guitarra con la fuerza de la orquesta. Comienza con el corno ingles acompañado por el pulso arpegiado de la guitarra. A continuación, esa misma guitarra repetirá la exposición del tema introducido por el corno inglés, esta vez de manera ornamentada con las inflexiones más puras del cante jondo. Así, en sucesivas apariciones de guitarra, corno inglés, fagot, flautas, y cuerdas, la melancolica melodía se irá deslizando hacia un desequilibrio armónico que precederá a la cadenza, en la que el solista interpretará la parte más brillante y virtuosa. Tras esta cadenza; cuerdas, flautas y fagot retoman el tema de manera solemne que el guitarrista Pepe Romero compara con una voz divina.
Aparecen de nuevo los vientos y la guitarra anunciando un final menos trágico, que con el último y lento arpegio ascendente de la guitarra y la cuerda en notas largas, nos dirá adiós con un largo y fresco tono mayor.