History of Spain
Hispania romana: La romanización
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La conquista de la Península Ibérica por Roma duró dos siglos desde el año 218 a.C. al 19 a.C. Los romanos dieron a la Península el nombre de Hispania y llevaron a cabo la conquista, sobre todo por tres razones:
• Para hacerse con la hegemonía del Mediterráneo occidental, por el que competían con Cartago.
• Para obtener la riqueza que generaban los minerales como el oro y la plata y abastecerse de productos como el vino o el aceite.
• Pero también con un afán geográfico de conquista de toda Europa, hasta llegar al cabo de Finisterre (en latín, “el límite de la tierra”) que era el punto mas occidental del mundo conocido hasta entonces.
La conquista comienza con el desembarco de Publio y Cneo Escipión en Emporion, actual Ampurias, en Gerona, durante el desarrollo de la Segunda Guerra Púnica; por la parte cartaginesa se sucedieron en el mando Amilcar Barca, Asdrúbal y, finalmente, Aníbal.
Aníbal sale de Cartago Nova, actual Cartagena, supera los Pirineos y los Alpes con su ejército que incluía elefantes y llega hasta las puertas de Roma.
Tras la victoria romana en la batalla de Ilipa, cerca de Alcalá del Río, en Sevilla, los cartagineses se vieron obligados a abandonar la Península y, finalmente en la batalla de Zama, en África, serán totalmente derrotados por Publio Cornelio Escipión, “el Africano”.
Los romanos avanzaron en la conquista mediante una unidad militar conocida como Legión Romana, que combatía no sólo en terreno llano sino también montañoso. Estaba compuesta por unos 6.000 hombres y 300 jinetes y tenía asignado un nombre y un número como, por ejemplo, la Legio Gemina Séptima, originaria de la ciudad de León cuyo nombre se deriva de Legio.
No obstante en su avance por la Península Ibérica, los romanos encontraron una fiera resistencia:
• Indíbil y Mandonio, caudillos de las tribús ibéricas de los Ilergetes y Ausetanos, lucharon en los Pirineos y el valle del Ebro contra los romanos, aunque finalmente fueron ajusticiados ante las reiteradas traiciones al Roma.
• En la zona sureste de la Penísula Ibérica, los romanos tuvieron que enfrentarse con el caudillo lusitano Viriato que utilizando un sistema de guerra de guerrillas resistió durante siete años a todos los ejercitos romanos enviados para derrotarle. Al final llegó a un acuerdo de paz con Roma pero fué asesinado por tres de sus lugartenientes. Cuenta la leyenda que cuando estos fueron a cobrar la recompensa, el cónsul Escipión Emiliano ordenó que fueran ejecutados por traidores, al tiempo que les decía “Roma no paga traidores”.
• Otro ejemplo fué la resistencia celtíbera en la ciudad de Numancia, a las afueras de la actual Soria. En el año 133 a.C el general Escipión Emiliano sometió a la ciudad a un asedio de 15 meses con 60.000 soldados frente a 2.500 numantinos. Ante la derrota la mayoría de los defensores prefirió suicidarse antes que ser esclavizados.
También ayudaron a la romanización de la Península Ibérica las guerras sertorianas que tuvieron lugar en Hispania entre los años 82 a.C y 72 a.C y que enfrentaron al general romano Sertorio con Cneo Pompeyo Magno, participando las tribus ibéricas en ambos bandos.
La última victoria de Julio César fué la batalla de Munda, cerca de Jaén. Unos meses después fué asesinado en Roma, dando paso al período conocido como el Imperio Romano.
La presencia de los romanos en la Península Ibérica duró seis siglos, desde el siglo II a.C, a principios del siglo V en que entraron los visigodos.
La romanización se fundamenta en cuatro grandes ejes:
• El idioma: el latín sustituyó a los idiomas indígenas (ibero, celta). Se estima que aproximadamente un 70% de las palabras del idioma español proceden del latín.
• La religión politeísta fué sustituida por el cristianismo que se convierte en religión oficial del Imperio Romano a finales del siglo IV con el emperador Teodosio.
• El derecho romano que introdujo las leyes y el concepto de Estado, así como la organización territorial de Hispania que en la epoca del emperador Octavio Augusto estaba dividida en tres provincias La Bética, La Tarraconense y La Lusitania.
• Civilización urbana: los romanos crearon una importante red de calzadas que unían las principales ciudades, entre ellas las actuales Cadiz, Cartagena, Córdoba, León, Mérida, Sevilla y Zaragoza, Todas las ciudades tienen un patrón común constuido por una calle principal llamada Cardo (eje norte-sur) y el Decumeno (eje este-oeste); ambas convergen en el Foro, auténtico corazón de la ciudad, donde se concentraban los edificios del Gobierno, templos, termas y mercados.
Se acometieron grandes obras de ingeniería y arquitectura. Algunas de las más destacadas son:
• Las murallas de Lugo.
• El acueducto de Segovia.
• El puente de Alcantara.
• El teatro de Mérida.
Hispania fué una de las provincias más romanizadas del Imperio. En el siglo III se concedió la ciudadanía romana a todos los habitantes libres de Hispania.
• Para hacerse con la hegemonía del Mediterráneo occidental, por el que competían con Cartago.
• Para obtener la riqueza que generaban los minerales como el oro y la plata y abastecerse de productos como el vino o el aceite.
• Pero también con un afán geográfico de conquista de toda Europa, hasta llegar al cabo de Finisterre (en latín, “el límite de la tierra”) que era el punto mas occidental del mundo conocido hasta entonces.
La conquista comienza con el desembarco de Publio y Cneo Escipión en Emporion, actual Ampurias, en Gerona, durante el desarrollo de la Segunda Guerra Púnica; por la parte cartaginesa se sucedieron en el mando Amilcar Barca, Asdrúbal y, finalmente, Aníbal.
Aníbal sale de Cartago Nova, actual Cartagena, supera los Pirineos y los Alpes con su ejército que incluía elefantes y llega hasta las puertas de Roma.
Tras la victoria romana en la batalla de Ilipa, cerca de Alcalá del Río, en Sevilla, los cartagineses se vieron obligados a abandonar la Península y, finalmente en la batalla de Zama, en África, serán totalmente derrotados por Publio Cornelio Escipión, “el Africano”.
Los romanos avanzaron en la conquista mediante una unidad militar conocida como Legión Romana, que combatía no sólo en terreno llano sino también montañoso. Estaba compuesta por unos 6.000 hombres y 300 jinetes y tenía asignado un nombre y un número como, por ejemplo, la Legio Gemina Séptima, originaria de la ciudad de León cuyo nombre se deriva de Legio.
No obstante en su avance por la Península Ibérica, los romanos encontraron una fiera resistencia:
• Indíbil y Mandonio, caudillos de las tribús ibéricas de los Ilergetes y Ausetanos, lucharon en los Pirineos y el valle del Ebro contra los romanos, aunque finalmente fueron ajusticiados ante las reiteradas traiciones al Roma.
• En la zona sureste de la Penísula Ibérica, los romanos tuvieron que enfrentarse con el caudillo lusitano Viriato que utilizando un sistema de guerra de guerrillas resistió durante siete años a todos los ejercitos romanos enviados para derrotarle. Al final llegó a un acuerdo de paz con Roma pero fué asesinado por tres de sus lugartenientes. Cuenta la leyenda que cuando estos fueron a cobrar la recompensa, el cónsul Escipión Emiliano ordenó que fueran ejecutados por traidores, al tiempo que les decía “Roma no paga traidores”.
• Otro ejemplo fué la resistencia celtíbera en la ciudad de Numancia, a las afueras de la actual Soria. En el año 133 a.C el general Escipión Emiliano sometió a la ciudad a un asedio de 15 meses con 60.000 soldados frente a 2.500 numantinos. Ante la derrota la mayoría de los defensores prefirió suicidarse antes que ser esclavizados.
También ayudaron a la romanización de la Península Ibérica las guerras sertorianas que tuvieron lugar en Hispania entre los años 82 a.C y 72 a.C y que enfrentaron al general romano Sertorio con Cneo Pompeyo Magno, participando las tribus ibéricas en ambos bandos.
La última victoria de Julio César fué la batalla de Munda, cerca de Jaén. Unos meses después fué asesinado en Roma, dando paso al período conocido como el Imperio Romano.
La presencia de los romanos en la Península Ibérica duró seis siglos, desde el siglo II a.C, a principios del siglo V en que entraron los visigodos.
La romanización se fundamenta en cuatro grandes ejes:
• El idioma: el latín sustituyó a los idiomas indígenas (ibero, celta). Se estima que aproximadamente un 70% de las palabras del idioma español proceden del latín.
• La religión politeísta fué sustituida por el cristianismo que se convierte en religión oficial del Imperio Romano a finales del siglo IV con el emperador Teodosio.
• El derecho romano que introdujo las leyes y el concepto de Estado, así como la organización territorial de Hispania que en la epoca del emperador Octavio Augusto estaba dividida en tres provincias La Bética, La Tarraconense y La Lusitania.
• Civilización urbana: los romanos crearon una importante red de calzadas que unían las principales ciudades, entre ellas las actuales Cadiz, Cartagena, Córdoba, León, Mérida, Sevilla y Zaragoza, Todas las ciudades tienen un patrón común constuido por una calle principal llamada Cardo (eje norte-sur) y el Decumeno (eje este-oeste); ambas convergen en el Foro, auténtico corazón de la ciudad, donde se concentraban los edificios del Gobierno, templos, termas y mercados.
Se acometieron grandes obras de ingeniería y arquitectura. Algunas de las más destacadas son:
• Las murallas de Lugo.
• El acueducto de Segovia.
• El puente de Alcantara.
• El teatro de Mérida.
Hispania fué una de las provincias más romanizadas del Imperio. En el siglo III se concedió la ciudadanía romana a todos los habitantes libres de Hispania.