History of Spain
La Inquisición española: Procedimientos y autos de fe
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La inquisición era una Institución creada para la investigación y castigo de la herejía.
El Inquisidor General presidía el Consejo de la Suprema, formado por seis miembros nombrados directamente por el rey.
Nadie podía discutir sobre la fe católica ni privada ni públicamente, se perseguía a los herejes, además de la blasfemia, la bigamia, la sodomía y la brujería.
El funcionamiento de los procesos comenzaba con un edicto de fe en el que se presentaban al público todas las conductas reprobables y se recomendada a los habitantes de los pueblos denunciar a los herejes de los que tuvieren conocimiento.
El desarrollo del proceso estaba regulado y era más garantista que los procesos civiles de la época, los Tribunales incluían expertos juristas, teólogos y escribanos.
En ocasiones, se utilizaban métodos de tortura como el potro, la toca y la garrucha, con el fin de arrancar al procesado su confesión de culpa.
Por último, se celebraba el Auto de fe. Un acto público religioso organizado por la Inquisición con el fin de ejemplarizar y expiar los pecados del condenado.
Asistían las autoridades civiles y eclesiásticas, además de los habitantes de las ciudades.
Se leían las condenas, se le colocaba un capirote al reo, una prenda infamante llamada sambenito, y el nombre de su delito colgando en un cartel.
Las ejecuciones se hacían por la tarde (a las afueras de la ciudad) y sin público.
Muchos de los procesos iniciados no terminaban en condenas y la mayoría salvaban la vida.
El primer auto de fe se celebró en Sevilla en 1481 y se condenó a la hoguera a seis personas.
Gracias a inquisidores como Alonso de Salazar, tras el proceso de Zugarramurdi, la inquisición se mantuvo escéptica hacia los casos de brujería.
Algunos de los personajes históricos juzgados por esta institución fueron por ejemplo Fray Luis de León, por traducir el Cantar de los Cantares o Santa Teresa de Jesús, a la que procesaron y no condenaron.
En 1813 con las Cortes de Cádiz, se dicta el primer decreto de abolición de la inquisición.
Cuando Fernando VII vuelve al trono, solicita el restablecimiento de la misma, hasta que la reina regente María Cristina la abolió definitivamente en 1834.
El Inquisidor General presidía el Consejo de la Suprema, formado por seis miembros nombrados directamente por el rey.
Nadie podía discutir sobre la fe católica ni privada ni públicamente, se perseguía a los herejes, además de la blasfemia, la bigamia, la sodomía y la brujería.
El funcionamiento de los procesos comenzaba con un edicto de fe en el que se presentaban al público todas las conductas reprobables y se recomendada a los habitantes de los pueblos denunciar a los herejes de los que tuvieren conocimiento.
El desarrollo del proceso estaba regulado y era más garantista que los procesos civiles de la época, los Tribunales incluían expertos juristas, teólogos y escribanos.
En ocasiones, se utilizaban métodos de tortura como el potro, la toca y la garrucha, con el fin de arrancar al procesado su confesión de culpa.
Por último, se celebraba el Auto de fe. Un acto público religioso organizado por la Inquisición con el fin de ejemplarizar y expiar los pecados del condenado.
Asistían las autoridades civiles y eclesiásticas, además de los habitantes de las ciudades.
Se leían las condenas, se le colocaba un capirote al reo, una prenda infamante llamada sambenito, y el nombre de su delito colgando en un cartel.
Las ejecuciones se hacían por la tarde (a las afueras de la ciudad) y sin público.
Muchos de los procesos iniciados no terminaban en condenas y la mayoría salvaban la vida.
El primer auto de fe se celebró en Sevilla en 1481 y se condenó a la hoguera a seis personas.
Gracias a inquisidores como Alonso de Salazar, tras el proceso de Zugarramurdi, la inquisición se mantuvo escéptica hacia los casos de brujería.
Algunos de los personajes históricos juzgados por esta institución fueron por ejemplo Fray Luis de León, por traducir el Cantar de los Cantares o Santa Teresa de Jesús, a la que procesaron y no condenaron.
En 1813 con las Cortes de Cádiz, se dicta el primer decreto de abolición de la inquisición.
Cuando Fernando VII vuelve al trono, solicita el restablecimiento de la misma, hasta que la reina regente María Cristina la abolió definitivamente en 1834.